Aun había grandes extensiones de selvas regadas por todo el territorio, las comunicaciones eran muy difíciles y muy pocas personas e instituciones tenían la voluntad o los recursos para apoyar las exploraciones e investigaciones de este tipo. Fue en este escenario que un grupo pequeño pero decidido y entusiasta de jóvenes se lanzo a la tarea de estudiar arqueología, en primer lugar, y luego de viajar por todos los rincones de Colombia a trabajar con los escasos recursos disponibles.
El profesor que animó y oriento a estos estudiantes era el sabio francés Paúl Rivet y entre los alumnos estaba Eliécer Silva Celis. Cuando esta primera promoción de antropólogos colombianos obtuvo sus diplomas Rivet, preocupado por dar continuidad al trabajo, los orientó hacia diferentes regiones del país para cumplir misiones de exploración. A Eliécer Silva le correspondió en primer lugar acompañar misiones a San Agustín y Tierradentro y de esa época data uno de sus primeros artículos científicos. Pero su estancia en estas areas arqueológicas no duró mucho, puesto que muy rápidamente se trasladó a Boyacá en pos de lo que suponemos siempre fue su sueño; desentrañar la arqueología del territorio muisca. Los primeros años del trabajo del profesor Silva en esta región fueron muy fructíferos; de esta época nos quedan una media docena de artículos en los cuales se dio a conocer por primera vez la arqueología del Valle de Tenza, del alto río Minero, la Belleza y el territorio Lache. Mención aparte merece el trabajo suyo en Sogamoso, iniciado en esa temprana época y que se prolongo durante toda su vida.
La vinculación del profesor Silva a la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia fue un factor clave que, en el corto plazo, le permitió dar continuidad a las investigaciones arqueológicas y lograr que los valiosos materiales, obtenidos durante estos trabajos, enriquecieran la colección del Museo Arqueológico para que así todos pudiéramos conocer los logros culturales de los muiscas, pueblo que siempre admiró con enorme devoción. A partir del museo, que se convirtió en su base de estudio y divulgación, la labor del profesor Silva Celis se multiplicó en varios frentes en los que demostró una dedicación y una capacidad de trabajo admirables: la reconstrucción del Templo del Sol y las viviendas muiscas en el Parque Arqueológico de Sogamoso; las excavaciones y la restauración en El Infiernito; la organización del museo y la docencia.
Hoy, de esa labor persistente, difícil y callada de muchos años es muy importante el legado que nos queda. El trabajo científico de Silva Celis logró, tal y como él se lo propuso, poner de relieve las características fundamentales de la ocupación muisca en el altiplano cundi-boyacense. El Museo y el Parque de Sogamoso son visitados por miles de personas que, gracias a estos recursos didácticos, pueden comprender mejor quienes fueron sus ancestros indígenas. Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo seguiremos recordándolo con enorme cariño y admiración; en el campo científico seguiremos aprendiendo de sus escritos y aprovecharemos sus conocimientos por muchos años más. Será todo un reto intentar aproximarnos al profundo y extenso conocimiento que tuvo él de Boyacá y sus raíces culturales.
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*Subdirector Técnico del Museo del Oro del Banco de la República.
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