Por: César Rodríguez Granados | Dejar para última hora lo que hay que hacer, más allá de ser una inveterada costumbre de ricos y pobres, se ha convertido en el deporte colombiano por excelencia con adeptos y practicantes de todas las edades, cuyo número supera con facilidad a los entusiastas y fanáticos del futbol, el ciclismo, el baloncesto, el atletismo, la natación, el patinaje o el tejo todos juntos. Y, en la misma medida en que crecen los seguidores del mal hábito, nos convertimos en la comunidad nacional más sólida de procrastinadores, eso sí, sin fanáticos violentos en sus filas.
Ese dejar “para dentro de un ratito”, “para mañana” o “para más tardecito” o “para después”, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, tiene un calificativo preciso que se expresa en el vocablo: procrastinar, que quiere decir: diferir o sea aplazar la ejecución de un acto.
Aborrecemos las filas o “colas” que se hacen en diferentes ventanillas para consignar dinero, para cobrar un cheque, para reclamar la pensión, para obtener una cita médica, para pagar impuestos y para cancelar los servicios públicos prestados y otras clases de filas que escapan momentáneamente a la memoria y que a lo mejor están haciendo “cola” para hacerse sentir.
En meses pasados de este año, largas filas a mañana y tarde se podían ver en cualquier ciudad, a las puertas de las oficinas de la Registraduría del Estado. Allí estaban, tal vez, buena parte de quienes no son tan procrastinadores, a la espera de poder oficializar el cambio o renovación de la cédula antigua que tienen en su poder, o sea, la blanca laminada o la café plastificada, por la cédula amarilla de hologramas, dentro de un proceso que la Registraduría Nacional del Estado Civil, inició en noviembre del 2006 en todo el país y en los consulados en el exterior.
Cuando apenas quedan 14 meses y unos pocos días para que termine el plazo para efectuar la renovación o cambio de su respectiva cédula, es decir el 31 de diciembre del 2009, los funcionarios de la Registraduría no ocultan su preocupación por el poco interés que demuestran millones de colombianos por el cambio de la cédula de ciudadanía, sin percatarse de tamaño error y del cúmulo de problemas que tendrán que afrontar esos procrastinadores que, entre uno y otro aplazamiento, no alcanzarán a tener en su poder la nueva cédula el primero de enero de 2010.
Hay que tener en cuenta que la Registraduría Nacional del Estado Civil, demora en la expedición de la cédula de ciudadanía un año aproximadamente, no obstante hay que reconocerle el esfuerzo que ha hecho en los últimos meses para acelerar el proceso de fabricación y acortar el plazo de entrega.
Así que procrastinadores de Colombia uníos, para no dar más plazos a la “vuelta” de la renovación de la cédula, al pago oportuno de los servicios públicos, de los impuestos nacionales y municipales y llegar a tiempo a las citas de cualquier naturaleza. Tal vez, esta sea la fórmula para acabar con las aborrecidas filas o “colas”…
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