Por: César Rodríguez Granados | Hasta hace casi cuatro décadas, la pujante, la floreciente, la deleitable y encantadora “Ciudad del sol y del Acero, causaba viva y grata impresión en el alma y en los sentidos de sus visitantes de todas las horas. Por estas y otras razones de su idiosincrasia, Sogamoso era motivo de admiración de muchísimos en Colombia, y, más allá de sus fronteras bien conocida era su fama de ciudad acogedora: “En Sogamoso nadie es forastero “, rezaba su trillada publicidad.
Su calificada dirigencia nativa en virtud de su autoridad, mérito y respeto era consultada por gobernadores y presidentes sino es que formaba parte de sus gabinetes departamentales y ministeriales, respectivamente. Varios de sus hijos con decoro y eficacia gobernaron a Boyacá en distintas épocas de nuestra historia.
Su comercio e industria eran el termómetro del progreso en Boyacá, sus combativas fuerzas sindicales tenían representación directiva en las centrales obreras nacionales e internacionales, sus radiodifusoras y su periodismo por su eficacia eran fuentes de inspiración para otras regiones de Colombia, su dirigencia política mayoritariamente liberal siempre estaba unida para defender sin reparos todo aquello que representara bienestar social y desarrollo para Sogamoso, para la Provincia de Sugamuxi y para la Prefectura de Casanare.
Lideradas por la hoy desaparecida Sociedad de Mejoras Públicas, sus organizaciones cívicas, ostentaban en sus filas a la crema y nata de celosos defensores de las instituciones e intereses de la Patria, de hombres y mujeres que no eludían esfuerzo ni responsabilidad personal física y económica para consolidar el buen nombre de Sogamoso y el bien ganado prestigio de su dirigencia.
En la intimidad de sus clubes sociales: el del Comercio y el Campestre, se proyectaban empresas que enriquecían a lo ya establecido, se forjaban sociedades comerciales, industriales y ganaderas que vigorizaban los gremios respectivos. No existían predios ni fertilizantes para el egoísmo, para la maledicencia ni para la desfachatez en el manejo de la cosa pública.
Sus festividades tradicionales, evolucionaron como el más importante evento popular de Colombia en julio de cada año, y, sus vínculos trascendieron a lo internacional entre reinas, toreros y lo más excelso de la farándula de países americanos y europeos. El periodismo nacional de prensa, radio y televisión destacaba de principio a fin los detalles de su formidable programación. Francisco “Paco” Yunis Kahtá y Rosendo Ortíz, serán para siempre ilustres figuras forjadoras de esa grandeza de antaño.
La unión, ese poder intangible que multiplica la potencia de las convicciones y de la conducta individual y colectiva, se respiraba en la unión familiar, en la solidaridad entre los moradores de cada vecindario, en el sentido de pertenencia que se llevaba en la mente y en lo más profundo del corazón, para ejercerlo en el momento oportuno y adecuado.
El irrespeto de un Gobernador de Boyacá a la figura del Alcalde de Sogamoso, provocó un movimiento segregacionista que estuvo a punto de lograr su objetivo de no haber sido por las triquiñuelas jurídicas de los congresistas opositores, pero fue un campanazo de advertencia, una muestra evidente de la cohesión social del pueblo sogamoseño, de su ancestral sentido de pertenencia. ¿Eran menos pero más capaces?¿En qué momento, el pueblo sogamoseño abandonó ese liderazgo que ejercía en Boyacá y parte del Oriente colombiano, para convertirse en gregario de causas y propuestas ajenas y no pocas pequeñas? Una comunidad en donde todos quieren ser jefes, una comunidad sumida en la improvisación de la politiquería, una comunidad sin rumbo cierto, una comunidad de ciegos y sordos a la realidad del presente y del futuro, un laboratorio experimental de los politicastros de turno. Es hora de despertar, de oír y ver la realidad que vive Sogamoso. Estamos a tiempo para hacer respetar a Sogamoso y a sus instituciones públicas y privadas. Recuerda: ¿Eran menos pero más capaces? Despierta Sogamoso, despierta.
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